-Sigue nadando -dijo la otra-. Saldremos de alguna manera.
-Es inútil -chilló la primera-. Es demasiado espeso para nadar, demasiado blando para saltar, demasiado resbaladizo para arrastrarse. Como de todas maneras hemos de morir algún día, mejor que sea esta noche.
Así que dejo de nadar y pereció ahogada. Su amiga siguió nadando y nadando sin rendirse. Y al amanecer se encontró sobre un bloque de mantequilla que ella misma había batido. Y allí estaba, sonriente, comiéndose las moscas que acudían en bandadas de todas direcciones.
Anónimo
Recopilación de Cuentos Breves Zen. Sabiduría oriental para reflexionar...
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